Parlamentarismo de tipo liberal vs democracia de masas

Manin (1992) remarca dos alteraciones que ha sufrido el gobierno representativo, a partir de la segunda mitad del siglo XIX: el sufragio universal y los partidos de masas. El sufragio universal resulta decisivo pues inserta una nueva ligazón entre gobernantes y gobernados. La plataforma del voto deja de tener sostén en la propiedad, la cultura, o el prestigio. Un ciudadano es un voto, independiente de su origen o status social. Este cambio sustancial habilita la emergencia del parlamentarismo liberal como sistema de gobierno representativo. 
Otra transformación significativa del gobierno representativo es el advenimiento de los partidos de masas. Su programa político de partido, será el elemento principal en la estrategia electoral por los votos, transformando nuevamente el vínculo representativo. Los partidos aproximaron a los representantes a sus representados. Los líderes del partido comienzan a ser votados por sus militantes políticos que ahora tienen voz y voto, decidiendo sobre los líderes que formarán parte de la oferta electoral (Schumpeter, 1963) La masa no elige a sus representantes, sino la elección se delimita en una oferta muy limitada de candidatos erigidos por sus mismos partidos. La ciudadanía elige entre los líderes, que han sido previamente elegidos por la clase política, para competir electoralmente.
Antes de la aparición del sistema parlamentario liberal, el voto era inexistente o estaba destinado a personas con determinadas tipologías como su posición social, sus propiedades o su prestigio. Con el parlamentarismo de tipo liberal, cada elector es un número, es decir que una persona es un voto.  En el parlamentarismo liberal la correspondencia entre el elector y el elegido tenía una calidad personal, basado en una relación de confianza. Cada voto destinado a un candidato, estaba basado en sus características sobresalientes de entre sus pares, por su pertenencia a la comunidad o por representar los intereses de la comunidad. El voto, pues, era depositado sobre la persona que mejor representaba a su comunidad o estrato social. En el parlamentarismo liberal el gobierno representativo era, en sus comienzos, el reino de los notables (Manin, 1992). Cada representante estaba librado a votar según su conciencia y juicio personal. En el caso de un legislador, éste no estaba forzado a ser el delegado de sus electores en el parlamento. La conexión que lo unía a sus representados era la confianza, por ello el representante atesoraba la libertad de decisión, pues su banca la obtuvo según factores no políticos. El legislador representante no se hallaba liado con la población electoral que lo votó, pues su banca se debía a la confianza otorgada. La sesión parlamentaria organizaba la deliberación, donde los individuos mostraban su voluntad a través de la discusión y argumentos.
La ampliación de sufragio, la industrialización y la división en la estructura social generaron una metamorfosis de la representación política del parlamentarismo liberal a la democracia de partidos.
En la democracia de partidos, el voto no se dirige ya hacia un individuo, sino al partido político. La universalización del derecho de sufragio imposibilita una relación personalizada entre los votantes y los elegidos. Los gobernados dejan de optar a quien conocen personalmente, sino por aquellos que representan las ideas y características de un partido puntual. Manin asegura que se produce una estabilidad en los comportamientos electorales, en las sociedades con grandes números de electores. La elección deja de ser a la persona de confianza y pasa a volcarse hacia el partido político de elección o herencia.  Además, comienza a pesar en la dirección del voto la división en la estructura social del electorado. El representante no es libre de sus decisiones, pero su partido sí. El legislador no tiene libertad de conciencia al votar, sino que se alinea a las decisiones del partido.  La deliberación cambia de contextos. Las sesiones parlamentarias dejan de ser el ámbito  de discusión deliberativa, pues rige la disciplina partidaria al interior de cada bloque. La discusión se traslada a la deliberación dentro de cada partido. Al ser determinada la posición del partido, el diputado no puede cambiar de opinión y adopta públicamente la posición de su grupo político.

Bibliografía

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Manin, B. (1992): “Metamorfosis de la representación”. En Dos Santos, Mario (compilador): ¿Qué queda de la representación política? Caracas: CLACSO-Nueva Sociedad.
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Schumpeter, J. (1963): “Otra teoría de la democracia”. En Capitalismo, Socialismo y Democracia. México: Editorial Aguilar.

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