Causas de conflicto en Thomas Hobbes y el consentimiento en John Locke

Hallamos en la naturaleza del hombre tres causas principales de discordia. Primera, la competencia; segunda, la desconfianza; tercera, la gloria.
La primera causa estimula a los hombres a embestir para lograr un beneficio; la segunda, para lograr seguridad; la tercera, para ganar reputación y prestigio. La primera hace uso de la violencia para volverse en dueña de cosas, animales y de otros/as hombres; la segunda, para resguardarlos; la tercera, recurre a la fuerza por motivos de signos comunicativos de subestimación, hacia su persona, descendencia o  contexto.
Si bien el deseo de poder entierra sus raíces en la necesidad de preservar la vida, el deseo de reconocimiento se vincula, ante todo, con la tercera causa del conflicto de la que habla Hobbes en el capítulo XIII: el honor. Efectivamente, la competencia y la desconfianza no son las únicas causas de la discordia. A ellas se les suma la necesidad de honra de la persona, en virtud de una condición distintiva, la cual debe ser temida o amada. Esta ambición de poder, además, no implica moralidad alguna, pues, en el Estado de Naturaleza no preexiste ni lo bueno ni malo; solo interesa que la facultad que detenta el hombre sea distinguida por sus pares para que el poder exista. Este poder, pues, es amoral puesto que constituye un medio para conseguir la asistencia y servicio de otros. Incluso, Hobbes asevera que una persona equivale lo que su uso de poder determine. El valor de una persona no es constante, varía en función de la necesidad de lo que el otro esté dispuesto a dar a su utilidad.
Locke declara que los hombres al ser libres por naturaleza no pueden ser sustraídos de esa posición y ser situados bajo el poder político de otro sin su propio consentimiento. La única manera, según Locke, de que un hombre se domine a los vínculos de la sociedad civil es mediante un acuerdo con otros hombres, dónde todos se enlazan formando una comunidad.
Ésta comunidad debería conducirse, según Locke, a través de la voluntad de la mayoría, pues, tal comunidad, forma un cuerpo que debe andar siempre hacia donde le lleve la mayoría. En esta coyuntura, cada individuo y miembro de esa comunidad debe someterse en principio a la mayoría. Cada hombre, al dar su consentimiento para el establecimiento de una colectividad política, se ubica a sí mismo debajo de la obligación de someterse a las decisiones de la mayoría. De lo contrario no tendría significado la existencia de un pacto pues el hombre continuaría estando en estado de naturaleza al no seguir los dictados de la mayoría social y continuar actuando según su propio criterio.
Locke instituye una diferencia entre mayoría comunitaria y mayoría de todos y cada uno. Determina que un consenso basado en este último tipo de mayoría sería algo imposible, pues supondría un régimen asambleario, con variedad de opiniones e intereses. Se hace ineludible, por tanto, la presencia de un cuerpo político que represente a la mayoría y que tenga el poder de tomar decisiones, representando a todos y todas los miembros de la comunidad en su conjunto.
Todos y todas que emigran del estado de naturaleza han de percibir que lo hacen después de entregar a la mayoría comunitaria todo el poder necesario para que la sociedad alcance sus fines. Por lo tanto, lo que conforma una sociedad política no es otra cosa que el consentimiento de una diversidad de hombres que aceptan la pauta de la mayoría y que pactan unirse e incorporarse a dicha sociedad. Esto fue lo que, según Locke, dio origen a los gobiernos legales de todo el mundo.
Locke, analiza las objeciones sobre el origen de las sociedades políticas. Rescata dos: la primera señala que no encontramos ejemplos históricos que muestren la existencia de una agrupación de hombres libres e independientes que se unen y deciden formar un gobierno político. La segunda alega que es improbable que los hombres pudieran proceder del modo que señala Locke pues éstos nacen siempre bajo un gobierno al que someterse, por lo que carecen de libertad para formar otro.
La réplica de Locke a estas objeciones es la siguiente: por lo que se expone en la primera objeción, afirma que no es de sorprender que la historia provea pocos relatos de hombres que vivieron en estado de naturaleza. En todas partes, afirma Locke, los gobiernos son anteriores a los documentos y a las letras. Por ello, hasta que en los pueblos no se dió una larga convivencia civil, no surgió el interés por el pasado. Locke declara que en los Estados acontece lo mismo que con los individuos particulares, ignoran lo relativo a su nacimiento y a su infancia y si conocen sobre sus raíces, ello se debe a que recurren a datos que otros han conservado para ellos. Entonces, argumenta Locke, si se acude a esos pocos datos, en conexión con el origen de la sociedad civil, nos topamos que todo parece haber sucedido tal como ocurre con los individuos particulares. Para justificar y fundamentar tal hecho, Locke, acude a los testimonios históricos de JOSE ACOSTA, el cual afirmaba que los nativos del Perú carecieron durante mucho tiempo de Reyes y Estados y que vivían en hordas actuando libremente y según les convenía a la hora de escoger a sus jefes. Todo esto lo que nos quiere decir, según Locke, es que tales hombres se consideraban libres e iguales hasta que llegó un momento en que decidieron escoger a sus gobernantes y su forma de gobierno. Locke cita también como ejemplo histórico, que probaría lo mismo, lo sucedido al grupo de hombres que salieron de Esparta con PALANTO fundador de Tarento. Locke cita ejemplos de los nativos del Perú y hombres que salieron de Esparta para demostrar, que fueron gentes libres e iguales, en estado de naturaleza, los que se unieron para iniciar un Estado.
Sobre la autoridad paterna, Locke no problematiza que, al comienzo de la historia humana, cuando una familia comenzó a ser numerosa como para poder subsistir por sí misma, debió ser en el padre dónde residirá el gobierno sobre la misma, pues, al tener por ley de naturaleza, el mismo poder que los demás hombres para castigar, se obligó a instituirse con el poder de ser él quien penara tanto las ofensas de sus hijos como de otros miembros externos a la comunidad familiar. De esta manera, es muy racional suponer que sería el padre quien ejerza el poder de ejecutar una sentencia, ya que era la persona más apropiada, además que los miembros de la familia podían confiar. Ahora bien, Locke, explica además que, cuando el padre fallecía y dejaba un sucesor que, por falta de madurez, sabiduría o coraje, no estaba capacitado para gobernar, entonces los familiares se unían haciendo uso de su libertad natural y establecían como jefe a aquel que juzgaban más capaz para gobernar. Para acreditar esta consideración, Locke, cita de nuevo ejemplos tomados de los pueblos de América, los cuales estuvieron tanto fuera del alcance de la conquista de los españoles, como de los imperios de Perú y de México.
Locke suscribe también que aunque existan ejemplos históricos que demuestran que en el pasado el gobierno estaba en manos de un solo individuo, ello no anula todo lo que acaba de decir acerca de que la sociedad política depende del consentimiento de los individuos.

Thomas Hobbes, Leviatán, trad. Antonio Escohotado (Buenos Aires: Losada, 2003), caps. XIII-XXXI.

John Locke, Ensayo sobre el gobierno civil, trad. Claudio Amor y Pablo Stafforini (Bernal: Universidad Nacional de Quilmes - Prometeo, 2005), caps. II, III, V, IX, XI, XVIII y XIX.

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