La democracia en los antiguos
El desarrollo de autonomización y
democratización de la sociedad griega antigua abarca aproximadamente cuatro
siglos. Se trata, señala Castoriadis (1997), de un movimiento manifiesto de
autoinstitución y su significación evidente fue la autonomía. Comenzó, con los
griegos, un proceso continuo de controversia sobre la esencia y sentido de la
propia ley constituida. El germen creativo fue, lo que Castoriadis denomina, el
imaginario colectivo anónimo, el imaginario instituyente o también el poder
instituyente, i.e., no fue obra de uno o de algunos individuos designables.
Este poder instituyente subsistió en mayor o menor medida oculto en la base de
toda la sociedad griega. Sin él, lo social no habría podido subsistir. Fue un
poder que se practicó a través de la acción de lo político, i.e., el proceso
referido al poder instituido que se revela por la transmisión de órdenes punibles,
circunscribiendo un poder judicial y un poder gubernativo. La lengua griega
antigua y la práctica política de los atenienses brindaron una discriminación
entre tres ámbitos de la actividad humana: el oikos, el agora y la ecclesia, que, traducidos, serían la
esfera privada, la esfera privada/pública y la esfera pública en el sentido
fuerte del término (Castoriadis, 1996) El
oikos, la casa-familia, la esfera
privada, era el espacio, que por principio, el poder no podía y ni debía
intervenir. El agora, el mercado-lugar de reunión, era el lugar en el que los
individuos se encontraban libremente, discutían, contrataban, compraban y
vendían... Tampoco aquí podía ni debía intervenir el poder pero, Castoriadis
aclara, podía haber salvedades. La ecclesia era el lugar del poder, el
campo público/público. El poder incluía a los poderes, y éstos, a su vez,
debían estar separados y articulados.
Afirma Castoriadis (1996) que no podía haber
sociedad democrática sin paideia
democrática. La democracia griega no presumía una participación mediada sino
que una directa y comprometida, entrañando un conocimiento acerca de aquello
que se decide y elige, patrocinando la mejor ley. Sin este conocimiento, no
había perspectiva de juicio veraz ni de votación eficiente. Si no se era democrático,
tampoco se era por naturalidad ciudadano griego. Se demandaba, pues, de una paideia que admita el establecimiento de
un ethos ciudadano, donde progrese una
conciencia consistente en que los ciudadanos eran la pólis. En las primeras poleis
democráticas, los ciudadanos se consideraban como homoioi, semejantes, iguales. Existía, pues, una isonomía para todos, i.e., los
ciudadanos eran iguales. Entonces, un ciudadano griego era alguien que
reivindicaba su participación en la vida pública y en los asuntos comunes con
el mismo derecho que todos los otros.
Fuentes:
Castoriadis C. (1996): “La democracia como procedimiento y como
régimen”. En Iniciativa Socialista, nº38, febrero 1996. Recuperado el 22 de
diciembre de 2015. Web: http://www.inisoc.org/Castor.htm
____________ (1997): El
avance de la insignificancia. Buenos Aires: Eudeba.
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