La obsolescencia de los conceptos de introyección y alienación.

La obsolescencia de los conceptos de introyección y alienación.

Por Prof. Lic. Alberto Horacio Rodríguez
rodriguezgaley@gmail.com

En el esquema teórico de Marx, el proletariado es la llave del sostenimiento y de la superación del sistema capitalista. Por un lado, el proletariado es la privación total de lo humano como resultado forzoso del desarrollo del modo de producción y bisagra para su superación. Por otro lado, es un “sujeto” histórico preciso y por ende, “activo”. Marcuse observa que el proletariado ya no es más que una ilusión. Califica al proletariado marxiano como un concepto mitológico y la realidad del socialismo en su tiempo, como un sueño. Las fuerzas históricas que prometían una nueva forma de existencia, han desaparecido. La clase trabajadora que por su poder numérico es todavía el sujeto histórico revolucionario, pero se ha convertido en un agente conservador, contrarrevolucionario.
Marcuse se pregunta entonces, ¿quién, en la sociedad industrial avanzada, puede desempeñar el papel del sujeto revolucionario? y  ¿cómo pueden hombres que han sido objeto de una dominación efectiva y producti­va crear por sí mismos las condi­ciones de la libertad?. Los esclavos deben ser libres para su liberación antes de que puedan ser ciertamente libres,  entonces la liberación de la clase trabajadora debe ser obra de la praxis de la propia clase trabajadora. No hay que buscar a los sujetos revolucionarios en los países capitalistas avanzados pues surgirán en el mismo proceso de cambio. El cambio de lo probable a lo real es obra de la práctica política. En consecuencia, las contradicciones estructurales del sistema capitalista no predisponen al sujeto revolucionario, sino que éste es el producto de su propia praxis.
Por otro lado, La estructura automatizada de la sociedad ya no necesita de sujetos, la máquina inventada por el hombre amenaza con la autonomía. Pero Marcuse advierte, que el cambio social no tiene posibilidad sin un sujeto revolucionario. Se podrá conceder que ese sujeto aún no existe, pero no se puede negar su concepto como necesario. En Marcuse, el concepto de sujeto revolucionario es central.
Las condiciones de explotación del proletariado durante el nacimiento y consolidación del modo de producción capitalista era un fenómeno observable a simple vista, aunque no tan fácilmente explicable. Finalizada la segunda guerra mundial la explotación es explicable a partir de la teoría marxista pero no es detectable con facilidad.  Marcuse reitera que la condición de explotación no ha cambiado. En la sociedad industrial tardía hay esclavos sublimados, esta esclavitud no está determinada por la dominación sino por la categorización del hombre como instrumento y su reducción a cosa. Estamos en presencia de la reificación.  El proceso de alienación no es propio de los trabajadores asalariados, pues también los dirigentes o burgueses están cosificados. Sirven a las máquinas, pero no se refiere de la relación dialéctica hegeliana del amo y del esclavo, sino de un círculo vicioso que enclaustra tanto al señor como al siervo. La tecnología se transformó en el siglo XX, como el medio de la cosificación.
Esto no quiere expresar que no haya dominadores ni que la dominación sólo sea un resultado de la razón científico-tecnológica. Si se admitiese que la razón se asemeja con la racionalidad tecnológica o instrumental, entonces, la dominación del sistema llegaría a ser infranqueable. Marcuse muestra que la razón científico-tecnológica aparenta no poder ser superada, pero este aspecto cerrado es la secuela de la tolerancia de la identidad entre razón y razón instrumental. El progreso capitalista restringe la necesidad de la naturaleza. El avance cuantitativo actúa contra el cambio cualitativo aun cuando se superen las barreras institucionales contra la educación y la acción radicales. He aquí el círculo vicioso: la ruptura con el conservador continuum autopropulsor de las necesidades, debe preceder a la revolución que ha de desembocar en una sociedad libre, pero tal ruptura sólo puede concebirse en una revolución. Una revolución que nos libere de la comodidad administrada y de la destructiva productividad de la sociedad de explotación. Una revolución con un fundamento biológico.
Inferimos que Marcuse advierte que la racionalidad científico-tecnológica triunfante, impide ir más allá de ella misma al tiempo que revela la irracionalidad de toda vuelta a etapas pre-modernas y pre-tecnológicas. Este artificio de la burguesía moderna se consuma en el pensamiento tecnológico “unidimensional”. La burguesía concibió una maquinaria que le permitió vencer y transformar el mundo feudal, pero una vez que esta herramienta fue arrojada como forma de vida concluyó por dominar a sus mismos inventores. Implica una retroceso a etapas premodernas ya superadas.

Marx utiliza el concepto de alienación para explicar cuando las relaciones sociales se convierten en relaciones entre cosas y las relaciones entre cosas se convierten en relaciones sociales. Había demostrado que el mundo alienado era viable sobre la base de la expropiación privada de la producción social. En el modo en que está ordenado el trabajo social, cuanto más producen los trabajadores más se vacían de su propia naturaleza. Por ello, Marcuse señala que no alcanza con que se eleven los salarios hasta un nivel de ingreso que permite un mayor consumo de bienes y servicios. Si paralelamente se toleran controles sociales junto a esos bienes y servicios sobre una vida de explotación y miedo, la alienación se sigue sosteniendo. Pero el concepto de alienación supone el de naturaleza humana. Para que el hombre cambie en “otro que sí mismo” es imperioso un “sí mismo” y cuando la superficie de interioridad en la que afirma la libertad y el sí mismo ha desaparecido, la noción de alienación se hace discutible. Las personas se reconocen en sus mercancías, en sus cosas, advierte Marcuse. El dispositivo que une al individuo con su sociedad ha cambiado. El control social se ha empotrado en las nuevas necesidades que ha producido. Marx criticaba las formas ilusorias de contentamiento que desentonaban con una realidad de explotación. Declaraba que la religión es la realización fantástica de la esencia humana, porque la esencia humana carece de verdadera realidad. Pero en la sociedad industrial tardía, la identificación con un modo de vida forzado, en la cual los individuos encuentran su propio desarrollo y satisfacción hace improbable la percepción y la consciencia de que la esencia humana carece de verdadera realidad. En el contexto de Marx, aún era permitido divisar y pensar una verdadera realidad de la esencia humana más allá de la alienación. En la sociedad industrial avanzada, la realidad constituye una etapa más avanzada de la aliena­ción, que se ha tornado íntegramente objetiva, por impregnación de la ideología por la realidad. Esto significa que ya no se puede repensar la ideología como un acontecimiento superestructural, pues la ideología se encuentra hoy en el propio modo de producción.

Marcuse, Herbert, “Las nuevas formas de control”, en: El hombre unidimensional. Ensayo sobre la ideología de la sociedad industrial avanzada, trad. A. Elorza, Barcelona, Planeta-Agostini, 1985, pp. 31-48

Comentarios

Ricardo Rubio Sánchez ha dicho que…
La alienación ha llegado al extremo de convertirnos en replicas cual matrix.

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