La malevolencia del signo

La malevolencia del signo

Por Prof. Lic. Alberto Horacio Rodríguez
rodriguezgaley@gmail.com

Con Freud se descubre la característica estructuralmente abierta de la interpretación. En Nietzsche es indiscutible, también, que la interpretación es siempre inconclusa. Si se interpretan con Freud sus definitivas expectaciones al fundar el psicoanálisis, podríamos hurgar si hay una semejanza entre el ejercicio de Freud con Nietzsche. Lo que está en plan es el punto de ruptura de la interpretación hacia un territorio que la hace imposible.
No hay nada de definitivamente primordial que in­terpretar. Cada signo es en sí mismo no el objeto que se ofrece a la interpretación, sino interpretación de otros signos.
La interpretación no esclarece un material que es necesario interpretar y ofreciéndose inactivamente; él se apodera violentamente de la interpretación ya consumada. Mostrado por Marx, no explica la historia de las relaciones de producción, sino que interpreta una relación que se da ya como una interpretación, puesto que ella se muestra como naturaleza. Al igual que Freud, no interpreta signos sino interpretaciones. Nietzsche, también, se apropia de las interpretaciones que se han adueñado las unas de las otras. No hay para Nietzsche un significado original. Las palabras son interpretaciones y en  su historia ellas interpretan antes de ser signos. No significan otra cosa que interpretaciones esenciales. Esta superioridad de la interpretación en relación a los signos es lo concluyente en la hermenéutica moderna.

El concepto que la interpretación antecede al signo involucra que el signo no sea un ente simple y benévolo. En el siglo XVI, el caso que las cosas se asemejaran, comprobaba la bondad de Dios, y no se apartaba el signo del significado. Pero, a partir del siglo XIX, con Freud, Marx y Nietzsche, el signo se convierte en un ser malévolo. Hay en el signo una conformación enigmática. Los signos son interpretaciones que tratan de acreditarse, y no a la inversa. De esta forma se presenta el dinero con Marx, los síntomas en Freud y las palabras, la justicia, las nociones del Bien y del Mal en Nietzsche. Los signos son como caretas. El signo al funcionar como muralla de la interpretación pierde su oficio de simple de significante. Éste no mostraba sino un traslúcido velo. Ahora se establece en el interior del signo  toda una batería de conceptos negativos, de contradic­ciones, de controversias.

Foucault, Michel, Nietzsche, Marx, Freud (1965), trad. Alberto González Troyano, Buenos Aires, Anagrama/Página 12, 2010, pp. 27-50

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