El proyecto de dialéctica negativa

El proyecto de dialéctica negativa

Por Prof. Lic Alberto Horacio Rodríguez
rodriguezgaley@gmail.com

El principio de la no identidad es el cimiento de la filosofía de Adorno, es decir, de la dialéctica negativa. No identidad entre la conciencia verdadera e intereses políticos. No identidad entre sujeto e historia, entre conocimiento y conformación de las condiciones sociales de producción.
La labor de la dialéctica negativa será conducir al concepto más allá de sí mismo, hacia lo no conceptual, hacia lo no idéntico, hacia lo diferente de sí mismo, para superar la atadura a la identidad. Así, incitar la reflexión del concepto sobre su propio sentido, sobre la complexión no conceptual e irracional que le es inherente. De esta manera, se rompe con la apariencia de unidad y totalidad que intenta mostrar y ser. Todos los conceptos asumen un origen no conceptual en la realidad. La cosificación los apresa en lo meramente conceptual, y no permite percibir más allá de sí mismos.
La filosofía debe pronunciar su falta de autonomía, y para ello debe arriesgarse al fracaso, rebelarse a las imposiciones, huir de la supremacía del pensamiento, de su hipotética unanimidad que implica dominación y regresión. El pensamiento es competente de percibir esta imposición y liberarse. Una filosofía en carácter de fragmentos sería retrato de la totalidad, que como tal es irrepresentable en lo particular.
Adorno traza, pues, repensar a la filosofía como una realidad enigmática que tiene que ser revelada microbiológicamente. Se acuerda revisar la realidad a partir de un microcosmos. La filosofía ha extraviado el discernimiento por la totalidad, es forzoso pensar toda exégesis filosófica comprendida en cláusulas microbiológicas.
La faena de la filosofía se cristaliza en descifrar una realidad desprovista de intenciones mediante la construcción de figuras, de imágenes a partir de elementos aislados de la realidad.
La genuina reflexión materialista es aquella que se construye por constitución de unidades menores faltas de todo propósito, se trata de conectar elementos; partiendo de un resultado se formaliza una reconstrucción del mismo a partir de indicios precisos. Sin embargo, las imágenes que se interpretan no nos restituyen la  existencia como tal, el aspecto negativo que tienen estas imágenes es que muestran la falsedad de la existencia. La imagen no explica la realidad, la presenta.
En Adorno, el principio de la filosofía debería ser la realidad concreta, sin reclamación de totalidad, sin pretensión de dominio, sin identificar.
Por el contrario, la identificación involucra ideología porque la conciliación con la realidad sojuzga al sujeto, lo domina. El objeto hace enfrentar a sujeto con sí mismo, pues al no claudicar ante la dominación del mismo, se vuelve contra él. Cuando la racionalidad extravía el mando se muda a mitología, en pura irracionalidad. Rechaza que la sedimentación de sí misma es su propia obra, su producción. Elaboración consecuencia de la carencia de crítica, de juicio sobre sí misma. El pensamiento identificante, cuando reconoce algo, lo digiere, aunque en verdad no hace más que conocerse a sí mismo. Para conocer hay que descubrir lo semejante desde lo que no se le asemeja. La diferencia del desarrollo de Adorno con Kant, estaría en que entraña una disgregación del sujeto por su propio afán de dominio, el dominio que ejerce sobre el objeto se convierte en dominio sobre él mismo. Los dos extremos persisten enfrentados, sujeto y objeto no se reconcilian. El objeto es elaboración del sujeto, el sujeto para rodear al objeto debe universalizarse, y en esta senda se pierde a sí mismo. En cambio, en el edificio hegeliano se acude al principio de identidad para armonizar la contradicción dialéctica, el absoluto se convierte en impulso de lo negativo de lo negativo. Lo factual de rendirse al objeto desintegra al sujeto, la fingida reconciliación de sujeto-objeto se da a partir de una subjetividad encaramada y aumentada, el espíritu absoluto, que refrena lo contradictorio, absorbiendo el ente al espíritu.
Para Adorno, la única posibilidad es la negación puntual de los elementos singulares, sujeto y objeto se oponen definitivamente a la vez que se identifican.
La subjetividad ya no es quien establece al objeto, aún si éste sólo puede ser rumiado por el sujeto. El sujeto es también objeto, y no se puede asumir sin él, aunque a la inversa, el objeto puede ser concebido sin el  sujeto. El acercamiento en uno y otro es dificultoso pues son cualitativamente diferentes. En el objeto involucra afinidad con la subjetividad. En el sujeto, en cambio, indica que sin el ingrediente objetivo no habría absolutamente nada.
Pero, existe un componente que los trasciende, que los deja parlamentar, el lenguaje. Su diseño conceptual se presenta en lo cual se le escapa al concepto, en sus grietas, aún abonando el costo de la contradicción o de lo irresoluble. Una enunciación, fluctuaría entre la habilidad que necesita de la filosofía para pronunciar en palabras aquello que manifiesta, y la filosofía que requiere de la destreza para manifestar aquello que en conceptos expresa. Es en esa columpio entre lo inmediato y lo mediato que logramos apreciar lo absolutamente otro, aquello que se despoja de la dominación.


Adorno, T. W., Dialéctica negativa, trad. J. M. Ripalda, Madrid, Taurus, 1975 (reimpresión de 1992), pp. 185-208 

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