La Trascendencia en el Justicialismo

La Construcción de lo Trascendente en el Catolicismo Integral y en el Catolicismo Justicialista

por Prof. Lic. Alberto Horacio Rodríguez
rodriguezgaley@gmail.com

1. - Introducción : Lo trascendente
Toda religión legitima su fundación y su obra como parte de un proyecto de salvación de la humanidad que proviene de la voluntad divina, que trasciende al ser humano, a todas su instituciones temporales, aún a la historia. Su tarea se basa en el resguardo de lo sagrado y el destino hacia el más allá de la muerte. La religión no admite el cuestionamiento de lo sagrado, ni de las estrategias y fines que persigue, porque, como decía Durkheim, sobre lo sagrado y lo profano...
(...) no pueden aproximarse entre sí y conservar su propia naturaleza al mismo tiempo.[1]
Pero, a la vez, es la misma creencia en lo sobrenatural, en lo sagrado y en lo divino la que enmascara a la institución: a los intereses ligados a su reproducción.
Los católicos afirman clara e insistentemente que el cristianismo es y ha de ser una religión. Los fundamentos sistemáticos de esta afirmación han sido elaborados especialmente por Karl Rahner.[2] La teología católica estima que el ser humano es esencialmente “sacramental”. Esto significa que el modo humano de la existencia ante Dios y ante el prójimo es histórico, social y político. En primer lugar, la “historicidad” es elemento constitutivo sobre el significado de ser hombre, y lo es también de la gracia y la revelación; no sólo adopta la gracia una forma histórica, sino que en sí misma es historia y no puede ser ella misma sino como realidad y despliegue en cuanto es mundo, cuerpo, acontecimiento, símbolo.
La misma vida en el mundo, por tanto, pertenece al contenido de la palabra íntima de Dios dirigida a nosotros.[3]
El hombre, como sujeto y como persona, es un ser histórico, pero de tal modo que es histórico precisamente en cuanto sujeto trascendente; su esencia subjetiva de trascendentalidad ilimitada se realiza en una mediación histórica...; esta autointerpretación de la experiencia trascendental en la historia es a la vez esencial y necesaria. Pertenece a la constitución misma de la experiencia trascendental, si bien no puede decirse que estos dos elementos sean simplemente una y la misma cosa en una identidad que viene dada desde el principio[4].
El ser histórico significa, más exactamente, ser “social”. Es éste otro factor capital de la insistencia católica en que el cristianismo ha de ser una religión. Del mismo modo que la persona construye su identidad compartiendo la existencia con otros y actuando en interacción con “otros”, tampoco es posible conocer el conjunto de la revelación divina y su gracia, asimilarlo en una praxis[5] al margen de una comunidad religiosa. Es decir que dentro de la comunidad religiosa se vive lo “sacramental”. Rahner opina que situar la religión y la revelación, en la periferia de la experiencia religiosa comunitaria es lo mismo que adherirse a la “concepción burguesa tardía” del ser humano, que se ha impuesto desde el siglo XVIII hasta la primera mitad del XX.[6]
La historicidad significa también que el ser humano, incluso en su relación con Dios, son seres “políticos”. Ya el Concilio de Trento insistía en que, si bien somos salvados sólo por gracia, no nos salvamos sin nuestra cooperación y nuestro compromiso.[7] Esto implica que estamos llamados a realizar, en unión con Dios, nuestra salvación (nuevamente el concepto de praxis es fundamental), una salvación que “aún no ha llegado”, pero que “ha de ser realizada ya”. Esta salvación que puede realizarse ya se concreta dentro de la comunidad religiosa y no fuera de ella. El catolicismo, por consiguiente, considera al ser humano como colaboradora de Dios en la realización de la historia, para dar a la salvación una realidad concreta e intra mundana. Y para ello hay que modelar, construir una religión y luego servirse de ella. De nuevo llegamos a lo mismo: la religión en comunidad es un elemento esencial de la revelación y la salvación.
2. - Los mediadores de la trascendencia en Napal y Benítez
2 A.- La Iglesia Católica como mediadora de lo trascendente en Napal
Una de las preocupaciones de Bourdieu era descubrir las concurrencias entre el sistema de poder simbólico propio de las iglesias y las estructuras simbólicas de la sociedad, para abordar el papel que las iglesias cumplen como legitimadoras del principio político de división de clases de la sociedad. Esto se expresa de manera clara en el siguiente planteamiento:
Si se toma con seriedad la hipótesis de Durkheim de la génesis social de esquemas de pensamiento, percepción, de apreciación y acción y el hecho de la división de clases, esto conduce necesariamente a la hipótesis de que existe una correspondencia entre las estructuras sociales (propiamente dichas, las estructuras de poder) y las estructuras mentales, correspondencia que se establece en la intermediación de la estructura de los sistemas simbólicos, lengua, arte, religión, etc.; o más precisamente de la religión que contribuye a la imposición (disimulada) de principios de estructuración de la percepción y del pensamiento del mundo y en particular del mundo social dentro de la medida donde ella impone un sistema de prácticas y de representaciones dentro de la estructura, objetivamente fundada sobre el principio de división política, que se presenta como la estructura natural-sobrenatural del cosmos.[8]
Para Bourdieu, el modelo de campo religioso es producto del progreso del capitalismo y de la modernidad, cuyos rasgos principales son imponer en el mundo una división del trabajo, que trae consigo la separación de esferas autónomas de actividades intelectuales y del trabajo material. Entre estas dos esferas se da una relación de interdependencia y refuerzo recíproco, cuyo resultado es la constitución de un campo religioso (relativamente autónomo) que favorece el desarrollo interno de la racionalización del sistema religioso; es decir, la imposición de un cuerpo burocrático sacerdotal que despoja a los laicos del acceso a la gestión de los saberes de salvación.
Veamos que nos dice Napal al respecto:
(...) se necesita unidad de pensamiento y corazón, sometimiento a los jefes, de modo principal al vicario de Jesucristo y a sus representantes.[9]
En Napal está la marcada insistencia de esta racionalización del sistema religioso: en sus escritos se insta a la feligresía a una subordinación incondicional a los líderes religiosos.
(...) las teodiceas son hoy en día sociodiceas.[10]
El campo religioso[11] para Bourdieu es un aparato de dominación simbólica. El dominio está marcado por la monopolización de la circulación y uso del capital simbólico referido a la especialización de los secretos de salvación: pensemos cómo los sacerdotes han gestionado la exclusividad de la consagración, la comunión, la interpretación bíblica, los santos oleos, la confesión, etcétera. Este monopolio es ejercido por un cuerpo sacerdotal de especialistas, que gozan del reconocimiento y la legitimidad social de ser los detentores exclusivos de los saberes de salvación y la salud de las almas; en contraposición, opera el despojo objetivo de los laicos a dicho capital, cuya desposesión cuenta también con el consenso y legitimidad de los actores presentes en el campo. Este proceso de posesión/desposesión tiene su eficacia simbólica en el principio de ordenación sagrado/profano.
La Iglesia militante que es el reino de Dios en el tiempo, en la tierra, se subordina a la Iglesia triunfante, que es el reino de Dios en la eternidad. Para ingresar en la Iglesia bastan la fe y el bautismo.[12]
Napal hace hincapié en esta división, para él la Iglesia militante es la iglesia que se mete y penetra lo profano, que realiza un trabajo de proselitismo simbólico contra ideologías que se oponen al dogma de la Iglesia (que en Napal oponerse a la Iglesia es oponerse a la nacionalidad, a la argentinidad, ya que la Iglesia es la representación de la misma)[13], pero ésta debe subordinarse a la Iglesia Eterna, cuyos especialistas tiene la exclusividad de los saberes de salvación y tiene la capacidad de supervisar y clasificar la salud espiritual de la Iglesia militante. Sólo los que están dentro de la Iglesia Militante, aquellos que fueron sometidos a rituales de iniciación (bautismo, confirmación), son los aptos para recibir los beneficios de la salvación y de la salud del alma. Para Napal este beneficio está restringido al que pertenece a la Iglesia Militante a través de la fe en la doctrina católica y el bautismo.
Mientras que la gestión de salvación ejercida por los clérigos adquiere la competencia de la producción de lo sagrado, la incursión de los laicos en la gestión e intermediación de la salvación es reconocida como prácticas profanas o heréticas; ésta será la acusación hacia la teología de Benítez provocando la expulsión de su orden. El campo religioso se mantiene en este doble juego de distribución de los bienes religiosos que, por un lado, realiza la manipulación legítima de la distribución de las competencias de lo sagrado reservada al cuerpo sacerdotal; y por otro, ejerce la manipulación profana o profanadora de lo religioso adecuada para desautorizar a los laicos, a quienes se les señala como generadores de las prácticas heréticas.
Si la sociedad moderna está marcada por la división de clases, el modelo de campo religioso reproduce la legitimación de la división de clases a su interior. Por ello, Bourdieu plantea que dicho campo contribuye a la estructuración de un habitus[14], que ve como natural la perpetuación y reproducción de un orden social dividido por relaciones de clase: dominantes y dominados. El modelo de campo religioso adoptado por la Iglesia permite la justificación de una estructura de dominio, que legitima la existencia de los dominantes y que, a la vez, impone el reconocimiento de la dominación en el proceso de desconocimiento de las capacidades de dominio de los dominados (es decir, los laicos), lo cual fortalece un ethos[15] de la resignación ante un mundo que no puede escapar de un orden representado por dominantes y dominados.
Benítez desenmascara esta perpetuación de las divisiones de clase por parte del campo religioso de la Iglesia Católica Romana y de la legitimación de la dominación de clases. Veremos que Benítez invierte el rol de su Iglesia instando a la obrerización de la misma. Para Benítez la única forma de revertir el ethos de resignación es mimetizándose con la clase que históricamente ha sido sometida, es decir a la clase sufriente:
(...) la Iglesia, si no quiere quedarse a la zaga y perder la partida, deba obrerizarse hasta la médula (...)[16]
(...) proclamamos la necesidad de llevar a la Iglesia al obrero para llevar el obrero a la Iglesia y ganar la calle.[17]
En Benítez no hay una dicotomización entre Iglesia militante e Iglesia eterna. Para él la iglesia verdadera es aquella que su ethos está penetrada por el ethos de la clase trabajadora y humilde. Ganar la calle, militar en la Iglesia es hacerse obrera, para ganarla calle, para detener la perpetuación de la dominación de una clase sobre otra, desestructurar el habitus de perpetuación y reproducción de clases por otro hábitus obrero, un habitus de la clase dominada enmancipada.
La Iglesia se convierte en cosa abominable si traiciona su destino de vivir no sólo para el pueblo sino con el pueblo, mucho más abominable que el mocito que, por haber cursado un poco de Universidad, se avergonzara de vivir con su padre obrero.[18]
La Iglesia militante y eterna de Benítez no sólo se emparenta con el ethos de una clase, sino que es más abarcativo. Benítez insta a la Iglesia que se haga pueblo, no basta con estar junto al pueblo, sino que debe ser parte de él. En la eclesiología de Benítez, la única forma de no perpetuar la dominación de clases a través del campo religioso es que la Iglesia sea uno con el pueblo.
No basta con que los sacerdotes en buena mayoría existan con el pueblo. Porque no se trata de la obligación de éstos sino de la obligación de la Iglesia, y principalmente de la jerarquía, de hacerse pueblo...[19]
2 A 1. - El pueblo según BenítezEn Napal el concepto de pueblo es muy difuso y no es un concepto que tenga un desarrollo en su producción académica. Napal opina que
Es necesario señores, decir al pueblo, que es la mayoría (...)[20]
En cambio en Benítez, el concepto de pueblo es central en el desarrollo de su eclesiología y en la praxis de la Iglesia
(...) por pueblo debe entenderse la gran porción de gentes no defendidas ni por una fortuna ni por un apellido ni por vinculación con los señores del poder o de la aristocracia.
Hombre del pueblo es quien amasa su vida con trabajo, privaciones e incertidumbre del mañana. Todo al revés del aristócrata que goza, derrocha y tiene seguridad de su futuro. Consiguientemente el del pueblo es sufrido.[21]
Benítez, enérgicamente, insta a su Iglesia a hacerse pueblo: a convertirse en aquella masa sufriente, sin un respaldo de capital ni respaldo de algún campo simbólico de prestigio. En Benítez se presenta una división social tajante entre los dominadores es decir la aristocracia y los dominados, el pueblo. La Iglesia que se hace pueblo es la que le dará un futuro, que las relaciones sociales le niegan.
2 A 2. - Ineficacia de los católicos sociales según BenítezDurante algunos años (desde 1919 hasta 1921) Dionisio Napal fue vicedirector de los Círculos Obreros, organización católica de penetración doctrinaria en la clase obrera. Esta organización tenía como objetivos mejorar la posición del obrero dentro de la organización de los modos de producción capitalista (donde Napal era un fuerte opositor a las desigualdades que producía este tipo de organización económica)[22] y neutralizar el trabajo de base de los partidos de izquierda de esa época (anarquismo y socialismo) calificados por Napal como subversivas y disfuncionales para la organización social cristiana.[23]
Los Círculos de Obreros han hecho ambiente a múltiples iniciativas de carácter social, en la convicción de contribuir así al mejoramiento colectivo. (...) hablando al proletariado de los problemas de orden material y moral que le atañen.[24]
Si bien Benítez es coincidente con Napal en el diagnóstico, difiere con éste en la estrategia de lucha contra la estructura económica del capitalismo y las doctrinas calificadas como foráneas. Veamos que dice Benítez al respecto:
El organismo social, para desenvolverse y progresar dentro del orden, en su triple aspecto material, intelectual y moral, necesita contemplar los intereses común e individual, conciliando a base de justicia, sus derechos y exigencias y coronando el ejercicio de aquella virtud fundamental, con la practica generosa de la cristiana caridad.[25]
(...) un hecho evidente la victoria de la justicia y de la caridad sobre la deplorable confusión actual (...) La denominación de catolicismo social[26]
También éstos construyeron barrios, escuelas populares, fundaron hogares para empleados y empleadas, casas cunas y hasta círculos de obreros y sindicatos. No se puede negar. (...) algo hicieron por el pueblo ¡No vivieron con el pueblo! Y el tema social en boca de quien no vive con el pueblo es jarabe de pico, sentimentalismo o, en el mejor de los casos, cosa de caridad; nunca obrerismo de ley asentado sobre la justicia social y amor cristiano de benevolencia, que lleva a coexistir con el proletariado.[27]
Benítez exalta los lineamientos de la estrategia de los Círculos Obreros pero describe su fracaso en no adoptar el ethos obrero. La mayor crítica es avanzar sobre el proletariado desde afuera respetando los lugares de la Institución Iglesia y la clase obrera como compartimientos estancos. En Benítez para evitar el avance de ideologías que aprovechan las desigualdades del capitalismo y mejorar el nivel de vida de los obreros es trabajar desde adentro de las organizaciones obreras, que la institución iglesia y la clase obrera sea una.
La Iglesia Católica con sus programas sociales no pudieron ni podrán solucionar la contradicción dentro de los marcos materiales y culturales que produce el capitalismo porque ella tiene carácter antagónico y estas contradicciones, según Benítez, solamente pueden superarse mediante la desaparición de las causas que las sustentan, es decir, la construcción de un nuevo fenómeno político-social.
2 A 3. - La Tercera posición en BenítezEs interesante resaltar que en Napal si bien la organización eclesiástica es la depositaria de los valores de cambio social y espiritual, en su obra se insiste en que el mejor marco de cambio en lo político es la democracia, mostrando su lado ideológico liberal dentro de la organización católica. Pero para él la democracia debía estar administrada por los más calificados para la tarea, por un grupo de notables. En su división social de “pueblo” como la mayoría sin división de clases por su posición en la participación de los modos de producción, los mejores en lo intelectual y en lo espiritual deben hacerse cargo de la democracia. Veamos:
Es necesario señores, decir al pueblo, que es la mayoría, la verdad verdadera sobre los graves problemas sociales, sobre su situación actual y su porvenir. Es menester abrir el surco en la democracia, arrojar la simiente y después de la inevitable tarea previa de extirpar prejuicios y preconceptos, durante largo tiempo fomentados por la inconcebible desidia de los mejores. La calidad debe triunfar sobre el número.[28]
En cambio, el nuevos fenómeno que ve Benítez como la propulsora del cambio que viene reclamando la clase obrera es una tercera posición entre ideologías que fomentan la organización social y económica capitalista y las ideologías internacionalistas que tratan de unir a la clase obrera por encima de las divisiones nacionales.
Se habla de tercera posición. Yo mismo he reclamado dicho título para nuestro justicialismo. Y desde luego es tercera posición la nuestra en el orden internacional, por cuanto no marchamos a la grupa ni de los rusos ni de los yanquis. No nos llevan ni nos traen a su antojo. Constituimos históricamente una fuerza autónoma y nuestro ejemplo va siendo imitado (...) es asimismo la del justicialismo tercera posición en el orden económico, como lo tengo probado en capítulos anteriores. En lo económico caben efectivamente tres posiciones. Pero no en lo político-social. Según yo entiendo, en esto ni pueden existir sino sólo dos posiciones: la de los gobiernos coexistentes con el pueblo y la de los no coexistentes. [29]
Para Benítez, el gobierno debe ser un gobierno que coexista con el pueblo que para él es la clase menos privilegiada, la proletaria. En esto consiste la tercera posición; no alinearse en lo internacional a los dos grandes bloques hegemónicos sino construir una tercera posición en lo económico, nacional y popular. En lo político, la propuesta de Benítez admite dos posiciones o se está a lado del pueblo o se es enemigo de él. Cabe preguntarse ¿cuál es el sustento ideológico de esta tercera posición?
2 B.- El Justicialismo cristiano como mediador de lo trascendente
Benítez se nutre del cristianismo para forjar una posición equidistante entre las dos ideologías en pugna. El mundo, según Benítez, ofrece dos posibilidades extremas: el Capitalismo y el Comunismo. Interpreta que ambas carecen de los valores sustanciales que permitan concebirlas como únicas alternativas histórico-políticas. Paralelamente, la concepción cristiana de Benítez, presenta otra posibilidad, pero sin una versión política, suficiente para el ejercicio efectivo del gobierno.
Para Benítez la ideología de la tercera posición esta basada en el amor a Dios que está íntimamente ligada al amor al prójimo a través de políticas de justicia social y bien común.
Yo machaco y machacaré que el justicialismo, como su madre la justicia, tiene dos vertientes: una mira a Dios (porque mal seríamos justos con nuestros hermanos, si comenzáramos por ser injustos con Dios); la otra mira al prójimo. El justicialismo para con Dios exige fundamental: “Ama a Dios sobre todas las cosas”. Y cumplir los mandamientos cuesta una barbaridad a veces. A precio de presión interior se justifica el hombre ante Dios, y a precio de no menos presión se justifica o justicializa ante el prójimo. Es éste el abecé de muestra doctrina.[30]
El principio de la doctrina de la tercera posición es mostrar ante el prójimo la justicia de Dios y el prójimo en Benítez es el pueblo, la clase obrera, el sector de aquellos que más sufren, que tienen menos posibilidades materiales y que son explotados por la lógica del capitalismo.
El justicialismo cristiano no logra imponerlo la propaganda a bombo y platillo sino el conocimiento y convencimiento de los destinos trascendentales de cada hombre.[31]
Benítez aquí comienza a construir la trascendencia del justicialismo cristiano o de un catolicismo justicialista. La aparición y la evolución de la concepción justicialista es la del desarrollo histórico natural de las ideas nacionales, y para Benítez, es patrimonio de todo el pueblo argentino
Sólo conociendo la realidad social que le toca vivir al pueblo, es decir, haciendo inteligible la esencia del objeto con el que trata y le condiciona, el pueblo, los menos favorecidos por el sistema, tienen la posibilidad real de superarse históricamente en la concepción y realización de una sociedad nueva, llegando así a la comprensión de sí mismo. La tercera posición le dará las herramientas para una interacción permanente con la realidad que le rodea y en la medida en que conoce la realidad, que le condiciona, sabe lo que hace, por qué y para qué.
El asalariado, el obrero, el pueblo, que sufre inconscientemente todas las vicisitudes de la sociedad capitalista y se defiende de los ataques del capital pero no sabe ni le interesa saber las razones de su situación en la sociedad porque la considera inamovible, ése es un ser en sí, un simple contingente para quien la posibilidad del cambio es abstracta. En la medida en que se implica en el conocimiento de la realidad que le toca vivir, inmediatamente, él, que está en esa actividad, se está tomando a sí mismo como objeto, porque esa realidad es producto de sí mismo, porque esa realidad ha sido hecha por el sujeto universal que él mismo integra, por lo tanto, al conocer se conoce a sí mismo. Y cuando la conciencia de este trabajador con instinto de clase redescubre la sustancia del objeto con el que trata, en esa tarea del conocer esencial se conoce a sí mismo, se convierte en concepto, en un ser para sí que es la unidad del pensamiento con la racionalidad. Entonces, podrá tomar conciencia de su ubicación en la sociedad capitalista y la podrá revertir.
La trascendencia consiste en un proyecto de salvación de la clase menos favorecida, haciéndole llegar la justicia de Dios y el bien común. Haciendo trascender su condición de dominados y explotados invirtiendo su posición impuesta por la sociedad capitalista. Convertir al pueblo en el sujeto trascendente, en el motor de la historia, en el protagonista principal de los cambios sociales estructurales para que la justicia de Dios penetre la sociedad, derribando las barreras materiales y simbólicas que la divide en clases sociales.
El contagio de ideas y sentimientos se produce por íntimo toque de un alma con la otra alma. Y si no se echa por delante el ejemplo la teoría a nadie convence.[32]
3. - ConclusiónLa religión legitima su obra en la administración de la salvación, avalada por alguna voluntad divina, es por ello que trasciende al ser humano, en lo temporal y espacial, en su devenir histórico. Resguarda lo sagrado a través de un cuerpo colegiado, que está por encima del resto de los sujetos religiosos, separando las praxis calificadas como sagradas de la que no son, es decir de las profanas.
Para la religión Católica Apostólica y Romana lo sacramental es central en esta administración de lo sagrado, desarrollándose esta praxis sacramental en un contexto comunitario. El que está dentro de la institución puede acceder a los bienes sagrados y
salvíficos. Esta administración y organización religiosa, enmascara las estructuras simbólicas que estructuran y organizan la sociedad. La religión reproduce en su praxis sacramental las divisiones de clases de la sociedad; es decir, hay una correspondencia entre sistema simbólico religiosos y estructura del mundo social, estructurando la percepción del sujeto religioso, presentando la estructura social como natural e inamovible.
En Dionisio Napal se puede encontrar este sistema religioso de estructuración de la percepción del feligrés. La Iglesia de Napal es una Iglesia Jerárquica, atrincherada en una defensa férrea de sus dogmas y prácticas a través de una praxis proselitista, excluyendo a aquellos que no se amoldan ni comparten los bienes simbólicos sagrados de la misma. En Napal encontramos dos Iglesias, una militante e integral que trata de penetrar lo profano y trascendente en toda organización y clase social, en especial hace hincapié en la penetración en la clase obrera principal campo de batalla contra ideologías y dogmas calificados por Napal como disfuncionales y anticatólicas.
La Iglesia de Hernán Benítez es una Iglesia penetrada por una tercera posición política y por un justicialismo cristiano en los ético y moral. Para Benítez la única forma de que la Iglesia Católica sea trascendente en su devenir histórico es asimilando el ethos de la clase obrera. Critica con severidad a la Iglesia de Napal de ser reproductora de dominación social, tratando de alivianar el sufrimiento de la clase menos favorecida estando junto a ella y no con ella. Para Benítez, la iglesia militante será eterna cuando se haga obrera y de esa forma proponga una praxis alternativa, una praxis de superación de la estructura simbólica religiosa que reproduce las desigualdades sociales, una praxis de equidistancia ideológica de los sistemas predominantes en lo político y de prácticas de la justicia social y bien común en lo ético. La trascendencia en Benítez, es la construcción de un nuevo fenómeno político y ético que transforme al sujeto religioso de Napal en un nuevo sujeto que tenga las virtudes de la clase sufriente y se erija como motor de una nueva sociedad.
4. - Bibliografía
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SCHILLEBEECKX, Edward, Cristo, sacramento del encuentro con Dios. San Sebastián: 1965.

5. - Apéndice: Breves Biografías
5 A.- Dionisio NapalNace el 16 de noviembre de 1887 en San Isidro. Fue bautizado por la Iglesia Católica el 19 de febrero de 1880 en la iglesia de San Isidro.
Desarrolló una activa militancia de carácter social católico por medio del libro, el sermón y las conferencias. Cursó estudios en el seminario de Villa Devoto y fue alumno de la Universidad Gregoriana y del Colegio Pío Latinoamericano de Roma.
El 19 de agosto de 1911 es nombrado Teniente cura de Belgrano, hasta el 19 de marzo de 1916.
Funda en abril de 1912 el órgano social cristiano El Trabajo. El 1 de junio de 1919 Napal, como Vicedirector de los Círculos Obreros, traza un programa de acción a través de conferencias populares y participa activamente en los Congresos de la Liga Patriótica como orador.
En el año 1921 renuncia al puesto de Vicario Coadjuntor de la parroquia de San Miguel y algunos años después al de subdirector de los Círculos de Obreros, ante la negativa de promoción al obispado de Monseñor De Andrea, donde Napal era uno de sus más influyentes colaboradores doctrinarios.
En 1924 se incorpora a la Armada. En el año 1925 realiza un viaje a bordo de la Fragata Escuela Presidente Sarmiento como Capellán de a bordo. El 9 de junio de 1926, fue nombrado Vicario General de la Armada, al fallecer su predecesor Monseñor Piaggio.
Escribió el reglamento para el Clero Castrense de la Armada.
Fue el Presidente de la comisión organizadora de la “Semana Social” de los Círculos de Obreros del 12 al 16 de octubre de 1927.
Organizador y fervoroso participante en los festejos del Tercer Centenario de la Virgen de Luján.
Locutor oficial del XXXII Congreso Eucarístico realizado desde el 9 al 14 de octubre de 1934.
Desarrolla en la década del ’30 una destacada actividad radiofónica en la difusora metropolitana LR3, que él mismo bautizó como “Radio Belgrano”.
Muere el 29 de marzo de 1940.[33]
Obras:
1923 – Vida de José María Bustamante – fundador del Instituto de las Hermanas Adoratrices.
1924 – Función patriótica y social de la Conscripción Obligatoria.
1926 - Junto al Surco.
1926 - Recuerdos y Visiones del Camino.
1927 – La Semana Social
1928 - Hacia el Mar.
1932 – El Imperio Soviético
1937 – Comentario Evangélico
5 B.- Hernán BenítezNace en 1907 en la ciudad de Córdoba.
A la muerte de su padre en 1915, su madre lo interna en el Corazón de María dos años, en 1916 y 1917. Apenas cumplidos los doce años se escapa de su hogar a Buenos Aires, para ingresar a la orden de los jesuítas, su sueño de niño, porque era la edad mínima de admisión en la Compañía. Antes de la mayoría de edad fue a Tribunales contra su madre, que lo quería sacar de la Compañía, ganando Benítez el conflicto.
Al empezar segundo año, 1937, le ofrecen la posibilidad de viajar a Europa a fin de año para rendir teología, y luego a Innsbruck, donde iba a estudiar historia de las religiones. Rechaza la proposición para no quedar de por vida en el Colegio Máximo.
Después del triunfo de Franco en la Guerra Civil Española, en 1939, la Compañía, que había sido expulsada de España por los republicanos, fue convocada urgentemente, y allí volvieron a España los grandes profesores que se habían radicado en Argentina. Al padre Benítez lo nombraron profesor de teología cuando aún no había dado el examen, en cuarto año. Tenía que enseñar en el seminario de Villa Devoto el mismo tratado que estudiaba en el Colegio Máximo, porque en la Compañía se habían quedado sin sacerdotes.
El Viernes Santo de 1942, en el púlpito de la Iglesia del Salvador, el padre Benítez, un sacerdote desconocido, delgado, de voz potente, pronunció un Sermón de Agonía de tres horas que se transmitió por Radio Municipal y quedó así consagrado como un gran orador. Mucho tiempo después se enteró de qué, desde el coro de la iglesia, quien seguía sus discursos sociales era el coronel Perón. Iba a oírlo predicar, y fue entonces cuando lo conoció, después de la muerte de su primera esposa Aurelia Tizón, en 1938, y en el viaje a Italia en 1939, donde residió dos años. Se hicieron amigos.
Siguió siendo profesor de teología hasta 1943, el año en que participó en la revolución junto a otro sacerdote, el padre Wilkinson. Según Potash fue redactor de los documentos del GOU (Grupo Obra de Unificación).
En 1947, Perón lo nombró legado ante el Papa y ante Franco, con relación al viaje de Eva Perón, y viajó a Europa con todos los permisos de su orden. Ese viaje fue muy importante, pero le provocó el mayor dolor: el destierro de la Compañía, al que sobrevino la polineuritis muscular que lo doblegó para toda la vida. Este viaje a Europa, la iniciación de Eva Perón, y la difusión mundial de la "tercera posición", le ocasionarían a Hernán Benítez repudio y admoniciones, hasta de su propia familia.
De regreso en la Argentina, el sacerdote asumió la dirección del Instituto de Publicaciones de la Universidad, y fue consejero espiritual de la Fundación Eva Perón.
En los años de resistencia del peronismo, después del golpe militar de 1955, habían allanado muchas veces su casa del barrio Presidente Perón, una vez con gran despliegue militar. Tanto él se salvó, escapando por los techos, como su valiosa documentación, escondidos en la capilla San Patricio del padre Gaynor, donde en los años de la dictadura de 1976, se masacró a los padres palotinos. Poco después publicaba el periódico más combativo de la resistencia: Rebeldía.
Muere en 1996.[34]
Obra:
1949 – El drama religioso de Unamuno.
1950 – La Argentina de ayer y hoy.
1952 – Eva Perón en la plegaria de su pueblo.
1953 – La aristocracia frente a la revolución.
1982 – Eva Perón en la crisis actual de la Argentina en la autocrítica del justicialismo.

[1] Emile DURKHEIM, Los fundamentos sociales de la religión. 1961; en Ronald ROBERTSON; Sociología de la religión. México: Fondo de Cultura Económica, 1980, p.40
[2] Karl RAHNER, Foundations of Christian Faith. Nueva York: Crossroad, 1978. Citado por Paul F KNITTER; El cristianismo como religión absoluta. Perspectiva católica. En Concilium 156, junio 1980.
[3] Edward SCHILLEBEECKX, Cristo, sacramento del encuentro con Dios. San Sebastián: 1965, p.16. Citado por Paul F KNITTER; El cristianismo como religión absoluta. Perspectiva católica. En Concilium 156, junio 1980.
[4] Karl RAHNER; op. cit. p.140, 154; cf. también p.40, 41.
[5] La filosofía marxista de la praxis (...) entendía por “praxis” , ante todo, la actividad productiva y transformadora del mundo , y atendía específicamente a las dimensiones sociales y políticas de la misma. Antonio GONZÁLEZ, Teología de la praxis evangélica. Biblao: Editorial Sal Terrae, 1999, p.76. Parafraseando a González podemos decir que Napal tiene una concepción de “praxis” basada en el pensamiento clásico, manteniendo una idea aristocrática y contemplativa (tehoria) mientras que Benítez, en cambio, una concepción filosófica de la misma que contenía una cierta tendencia a minusvalorar la teoría y a centrarse específicamente en los aspectos éticos y políticos de la praxis. Íbid., p.76.
[6] Karl RAHNER; op. cit. p.323, 345.
[7] (...) que mortificando su carne, y sirviéndose de ella como de instrumento para justificarse y santificarse, mediante la observancia de los mandamientos de Dios, y de la Iglesia, crecen en la misma santidad que por la gracia de Cristo han recibido, y cooperando la fe con las buenas obras, se justifican más; según está escrito: El que es justo, continúe justificándose. Concilio de Trento; Ses. VI, cap. X en http//www.multimedios.org/docs/d000436/p000003.htm
[8] Pierre BOURDIEU; Genèse et structure du champ religieux. París: Revue française de Sociologie, XII, 1971, p.300
[9] Dionisio NAPAL; Comentario Evangélico para domingos y fiestas del año eclesiástico. Buenos Aires: Imprenta López, 1937, p. 211.
[10] Pierre BOURDIEU; Genèse et structure du champ religieux. Op. cit. p.312
[11] La sistematización de las creencias y prácticas religiosas mediante el monopolio de la gestión de bienes de salvación, que se traduce en la formación de un cuerpo específicamente sacerdotal
[12] Dionisio NAPAL, Comentario Evangélico para domingos y fiestas del año eclesiástico; op. cit. p. 420
[13] Alberto H. RODRÍGUEZ; Los mundos vitales del catolicismo integral y el peronismo: coincidencias y antagonismos, en las IV Jornadas de Ciencias Sociales y Religión: política y religiones en el contexto nacional e internacional. 1ra. Edición. Buenos Aires: Centro de estudios e Investigaciones Laborales CEIL PIETTE, 2004.
[14] Entendido como estructura interiorizada de las estructuras sociales que guían los modos a partir de los cuales los sujetos perciben, conocen, valoran y actúan sobre la realidad
[15] El término griego éthos se refiere al carácter o manera de ser de una persona. Esta breve definición nominal nos revela las dos dimensiones del éthos: la social y la moral. En efecto, el éthos es siempre social porque la persona no es un ser aislado; por el contrario, su manera de ser se concreta en acciones que tienen efectos sobre otras personas y se realiza en el seno de una sociedad en la que existen normas y se prefieren valores. Por otra parte, el éthos es también moral por cuanto la manera de ser refleja la forma en la que las acciones responden a pautas que el sujeto asume como válidas.
[16] Hernán BENITEZ, ¿Para el pueblo o con el pueblo?. En Revista de la Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires: Instituto de Publicaciones, Enero-Marzo, 1952, p. 17
[17] Íbid., p. 17
[18] Íbid., p. 18
[19] Íbid., p. 20
[20] Dionisio NAPAL, Junto al surco. Buenos Aires: Agencia general de librería y publicaciones, 1926, p. 220
[21] Hernán BENITEZ, ¿Para el pueblo o con el pueblo?; op. cit., p. 38
[22] Dionisio NAPAL, Junto al surco; op. cit., p. 216 y 254.
[23] Dionisio NAPAL, El Imperio Soviético. 7ma. Edición. Buenos Aires: Editorial Stella Maris, 1933, p. 244-246.
[24] Dionisio NAPAL, Junto al Surco; op. cit., p. 263-264
[25] Hernán BENITEZ, ¿Para el pueblo o con el pueblo?; op. cit., p. 243
[26] Íbid., p. 288
[27] Íbid., p. 29

[28] Dionisio NAPAL, Junto al Surco; op. cit., p. 220
[29] Hernán BENITEZ, ¿Para el pueblo o con el pueblo?; op. cit., p. 23
[30] Íbid., p. 63
[31] Íbid., p. 64
[32] Íbid., p. 64
[33] Alberto H. RODRÍGUEZ, Los mundos vitales del catolicismo integral y el peronismo: coincidencias y antagonismos; op. cit.

[34] http://www.herenciacristiana.com/ultimacruzada/benitez.html

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