El demos populista
El demos populista
I. Introducción
La recomposición de la representación política en América
Latina y la demanda de una más amplia y efectiva participación ciudadana en el
proceso político democrático, son elementos constitutivos de nuevas
concepciones y teorías que cuestionan el estilo con el que se han organizado
muchas de estas democracias. En la última década se ha extendido el uso del
término populismo para caracterizar las dinámicas abiertas por los sectores históricamente
menos favorecidos dentro de dichas democracias. Esta adjetivación, argumentaría
que estos gobiernos, aún al haber llegado al poder democráticamente, son una
amenaza para el régimen democrático. Sus liderazgos carismáticos y de relación
inmediata con el demos pueblo, su
conflicto con las instituciones liberales del Estado de derecho constituido, y
su tendencia a la polarización del espacio ideológico y político serían, según
estas críticas, la mejor manifestación de regímenes demagógicos, autoritarios y
personalistas.
El presente trabajo tiene por objetivo delimitar el demos del catalogado populismo a partir
de la construcción y desarrollo teórico del autor argentino Ernesto Laclau.
En una primer etapa se desarrollará una breve introducción
histórica sobre la delimitación del demos
en la democracia ateniense, pasando por la república romana antes de
convertirse en Imperio, siguiendo por las repúblicas italianas a partir del
siglo XII hasta la configuración del demos
de los gobiernos representativos a partir del siglo XVII. Esta introducción es
para amigar al lector con el concepto de demos
para así adentrarnos en la construcción teórica del demos populista en Laclau.
II. El demos en las democracias y las repúblicas
Origen y significado del término dêmokratía
La palabra democracia etimológicamente tiene dos
componentes, los términos griegos demos
y krátos, es decir: pueblo y poder,
formando una definición nominal que se suele dar de la palabra misma. Demos compone desde Homero distintas controversias
que circunscriben su sentido. Hacia fines del siglo VI a. C. el concepto en
singular adquirirá un significado colectivo que comprende a la suma del pueblo,
es decir, a todos los que forman parte de una misma comunidad (Guariglia, 2010:
158).
Al principio, el término demokratía
designaba una inflexión despectiva, sugiriendo un uso beligerante desde los
miembros de la oligarquía hacia el poder de las clases más bajas. Con los
cambios en la constitución política y en la estructura social de la
ciudad-estado, el significado de demokratía
obtuvo características como igualdad ante la ley (isonomía), independencia y libertad para hablar y participar (eleuthería, isegoría) La conexión entre
el nómos (ley), la pólis (Ciudad-Estado) y el demos (pueblo) se cristaliza en una
relación conceptual, permanente y constitutiva. (Guariglia, 2010: 162). El más
acabado elogio del régimen democrático es puesto por Tucídides en la boca de
Pericles:
“Si
bien en los asuntos privados somos indulgentes, en los públicos, en cambio,
ante todo por un respetuoso temor, jamás obramos ilegalmente, sino que
obedecemos a quienes les toca el turno de mandar, y acatamos las leyes, en
particular las dictadas en favor de los que son víctimas de una injusticia, y
las que, aunque no estén escritas, todos consideran vergonzoso infringir.” (Tucídides,
Libro II: III)
A partir de este texto, la conexión conceptual entre democracia,
igualdad de derechos y gobierno de la ley aparece ya completamente consolidada
en el pensamiento político griego.
A continuación consideraremos el demos dentro de la
república romana.
El Demos romano
Los romanos denominaron a su sistema respublica, por república, del latín res, que significa cosa o asunto, y publicus o pública, que significa público, es decir, una república
era una cuestión que pertenecía al pueblo romano, el populus romanus.
La ciudadanía romana era otorgada por nacimiento, pero también
era concedida mediante la naturalización y la manumisión de los esclavos. Cuando
la República Romana se fue ampliando, fue asignando ciudadanía en diversos
grados a muchos de aquellos que habitaban sus límites expandidos. Las asambleas
romanas siguieron reuniéndose en el Foro de la Ciudad, por lo cual la mayor parte
de los ciudadanos que no habitaban dentro o cerca de la misma no podían
participar, quedando apartados del demos.
(Dahl, 2004:17)
El populus de los
romanos no era el demos de los
griegos. El demos griego no era un
todo (el conjunto de ciudadanos) sino una parte del todo. El populus romano eran todos y además un
todo extensible, en la medida que el populus
pasa a ser un concepto jurídico, extra-moenia,
fuera de los muros de la ciudad. Así, mientras el demos terminaba con los límites de la pequeña ciudad, el populus se podía extender a todo el
ámbito de la respública. (Sartori, 1991:
124)
Ya hemos ampliado los demos
en la grecia antigua y romana, consideraremos el demos en las repúblicas
italianas.
El demos de las repúblicas italianas desde el siglo XII
Los italianos dieron a sus Ciudades-Estado el nombre de
repúblicas, en lugar de democracias. Si bien la pertenencia al demos se circunscribía principalmente a
la nobleza y a los grandes terratenientes, en la primera mitad del siglo XIII y
en algunas repúblicas, grupos de clases sociales y económicas, como los nuevos enriquecidos,
los pequeños comerciantes y banqueros, los artesanos capacitados organizados en
gremios y los infantes comandados por caballeros, comenzaron a demandar el
derecho a participar en alguna forma en el gobierno. Al ser más numerosos que
las clases más altas y con la amenaza de levantamientos violentos, muchos de
estos grupos tuvieron éxito. Aun con estas complementos, sin embargo, el demos de las repúblicas seguía siendo
sólo una minúscula fracción de la población total (Dahl, 2004:18)
El cambio de consideración en el demos, será radical con la emergencia de los Estados nacionales.
El demos de los gobiernos representativos del S.XVIII
Los griegos, los romanos y los líderes de las repúblicas
italianas fueron adelantados en la instauración de gobiernos populares. Pero
sus instituciones políticas no fueron imitadas por gobiernos democráticos de
los Estados-Nación de Europa del norte y de Norteamérica. Como ya consideramos
con la expansión de Roma, estas instituciones no concordaban con entidades
políticas mucho más grandes que la ciudad-Estado.
La diferencia de dimensión entre una Ciudad-Estado y un
Estado-Nación rotula una disyuntiva fundamental. Con el tamaño de una ciudad- Estado, los ciudadanos
pueden ejercer un influjo directo sobre la conducta de sus gobernantes. Muchas
Ciudades-Estado respondieron a este problema creando alianzas o confederaciones
con otras ciudades-Estado y con asociaciones políticas mayores. El problema no encontraría
una solución sino con la emergencia del gobierno representativo en el siglo
XVIII. (Dahl, 2004:19)
Los sistemas democráticos modernos se afirman sobre reglas
mayoritarias (el mandato es de quien obtiene más votos y el mando es ejercido
por quien ostenta más escaños en el parlamento), sobre dispositivos electivos y
sobre la cesión representativa del poder. Eso quiere decir que el demos moderno es aquella fracción que
entra en las determinada mayorías electorales; éstas cuentan en la acepción
parcial del concepto sobre el poder; y una serie de aparatos de conversión
separan el gobernar de los gobernados.
Pudimos, pues, desarrollar escuetamente un recorrido
histórico de la configuración del demos
tanto en las repúblicas como en las democracias. El denominado populismo
emergerá con la consolidación del demos
representativo de los Estados nacionales, en especial en el contexto
latinoamericano.
III. El demos populista
El enfoque populista de Laclau
Laclau dialogará principalmente con dos interlocutores opuestos:
el liberalismo y el marxismo. (Laclau 2009, 105). El autor será crítico del
liberalismo, con su fe científica, su discurso individualista, su defensa del
gobierno limitado y la economía de mercado. En reemplazo, Laclau postula una
estructura de conocimiento basada no en la ciencia sino en la mística, los
sueños, el inconsciente, así como la naturaleza conflictiva de la vida social y
el apoyo a una fuerte intervención económica estatal. Estas premisas descansan
en su integrismo metodológico y filosófico, según el cual:
“(…)
los individuos no son totalidades coherentes, sino sólo identidades de referencia
que han de ser separadas en una serie de posiciones localizadas de sujeto. Y la
articulación entre estas posiciones es un asunto social y no individual, la
noción misma de "individuo" no tiene sentido en nuestro enfoque.”
(Laclau, 2009: 196).
Laclau ha subrayado en desechar el análisis de lo político
de categorías esencialistas como el concepto marxista de lucha de clases, y en
rechazar de plano el determinismo económico según el cual la infraestructura de
las relaciones de producción determina todas las esferas sociales. (Laclau
2009: 184)
A partir de los ’80; Laclau adoptará una perspectiva
post-marxista, inspirado por el concepto de hegemonía de Gramsci, el post-estructuralismo
de Derrida, el simbolismo de Lacan y los juegos del lenguaje de Wittgenstein
(Laclau 2003: 283-284).
Laclau piensa al populismo como una dimensión propia de la
acción política, donde se sistematizan las ideas, intereses, conocimientos y
afectos del demos llamado el pueblo. Destacará
dos atributos principales reunidos en el populismo: la supremacía de la
voluntad popular, y la relación directa de un líder con el pueblo. Aplicando la
perspectiva psicoanalítica de Lacan, para Laclau la identificación entre líder
y pueblo manifestaría el lazo libidinal central a la experiencia populista.
(Laclau, 2009:10 y 282) Para Laclau la maniobra política primordial sería
construir y definir una identidad popular. Los soportes metodológicos y
filosóficos de esta afirmación yacen en los aportes de la teoría del discurso.
Los aportes de la teoría del discurso no se limitan al habla o a la escritura
sino que se aplican a un sistema de significación extensible a la vida social,
en la cual los grupos se definen en base a diferencias constituidas
“(…) a través de procesos esencialmente tropológicos que no se refieren a
ningún fundamento último trascendental”. Esas diferencias están sometidas “a constantes desplazamientos en términos de
cadenas de combinaciones y sustituciones” (Laclau, 2003:293).
En el campo específico de lo político, la teoría del discurso
se traduce en la existencia de un sistema de identidades colectivas (significaciones
equivalenciales), cuya forma presenta alineaciones cambiantes y cuya unión o
lazo no se construye en torno a ciertas características compartidas sino que
nace de la oposición a un “otro
antagónico” (Laclau, 2009: 122ss). La expresión pueblo no expresa una entidad
preexistente sino que es la creación discursiva de identidades populares. Por
lo tanto, estamos ante una función performativa del discurso político, definiendo
el demos pueblo como
“un
actor colectivo resultante del reagrupamiento equivalente de una pluralidad de
demandas alrededor de un punto nodal o significante vacío” (Laclau, 2006:32).
Por ello, la representatividad democrática se logra cuando
alguna de esas identidades, una particularidad, asume de modo temporario un
nuevo rol de encarnar la totalidad de las identidades e instaurar una relación
hegemónica con el resto
“Los
medios de representación disponibles son, sin embargo, sólo el diferencias
particulares, y el proceso de la representación sólo puede consistir en una de
estas diferencias se dividen entre su carácter diferencial y un nuevo papel por
el cual asume la representación de esa totalidad imposible. Esta relación, por
el cual una cierta particularidad, asume la representación de una totalidad
totalmente inconmensurable con ella es lo que, en la teoría del discurso, es
llamado una relación hegemónica.” (Traducción del autor del presente trabajo)
(Laclau 2004b).
Es en cada momento hegemónico que una parte asume la representación
universal de las demandas equivalentes frente al poder opresivo. En el proceso
de la totalización, una particularidad se desprende de su carácter de tal para representar
esa plenitud (Laclau, 2003:302).
El populismo, según Laclau, se construye a través del
discurso emitido por una instancia representativa hegemónica, que construye la
identidad popular mediante la articulación de demandas sociales sin contenidos
específicos. Esas demandas se desplazan contingentemente, unidas por su común
insatisfacción frente a otro antagónico. Así retratada, la política se
convierte en la arena donde se suscita una competencia entre los distintos
discursos que luchan por encarnar la hegemonía.
Demos populista e instituciones democráticas
La vida democrática en Laclau ronda en las tensiones entre
las demandas populares y su integración institucional y social, es decir, una
oposición es entre populismo e institucionalismo. Como dijimos, el populismo
tiende a crear la equivalencia entre una pluralidad de demandas sociales, en
tanto que el institucionalismo tiende a su absorción diferencial y, en su forma
más acabada, a reemplazar a la política por la administración. Para Laclau, la
forma extrema de institucionalismo sería un gobierno puramente tecnocrático
(Laclau, Mouffe 1987:131-133, 293). Laclau y Mouffe tienen como empresa explicar
que las instituciones políticas no son nunca neutrales, sino una realización de
las relaciones de fuerza entre los grupos; por tanto, todo atisbo de cambio
social, colisionará con el orden institucional vigente. Volvemos a las lógicas:
en el institucionalismo prima la lógica de la diferencia, en cambio en la
lógica populista, la de la equivalencia. En la práctica, todo régimen político
se construye en algún punto al interior de este continuo y combina, en
proporciones diversas, a ambas lógicas. No puede existir un régimen tan
puramente institucionalista que se imposible las equivalencias populares, ni
uno tan populista que carezca de todo anclaje institucional. Como se ha
explicado, la política siempre estará marcada por el conflicto causado a partir
de esas tensiones. La relación entre la lógica populista y la lógica
institucional democrática estarán inmersa en una dinámica de proporcionalidad
inversa, en la cual cuanto mayor sea la insatisfacción popular, mayor será el
debilitamiento de las instituciones y mayor el crecimiento del populismo
(Laclau 2009, 127, 222 y 229). En otras palabras, en la medida en que el
sistema institucional democrático presente atiende y satisface las demandas del
demos, se debilita el recurso
populista. Por lo tanto, el populismo es una forma de constituir la unidad de
un grupo llamándola práctica articulatoria populista. En este sentido, la
unidad más pequeña para dicha articulación la constituyen las demandas
democráticas. La emergencia de una
demanda democrática supone algún tipo de exclusión o privación, ya que es
formulada por un actor excluido del sistema sobre la base de un principio de
igualdad. Por otro lado, la pluralidad de demandas que, a través de su articulación
equivalencial, constituyen una subjetividad social más amplia, conformando las
demandas populares. Entonces el populismo supone la formación de una frontera
antagónica interna que separa al pueblo del poder y además, una articulación
equivalencial de demandas, siendo éstas una pluralidad de posiciones
subjetivas. La división antagónica de la sociedad supone la presencia de
algunos significantes privilegiados que condensan en torno a sí mismos la
significación de todo un campo antagónico. Volviendo a la noción de hegemonía,
ésta supone que dichos significantes se constituyan en un terreno en el cual
las demandas no obedecen a una lógica determinada a priori. La contingencia se
inscribe en dicha lógica.
IV. Conclusion
Si aceptamos que no existe un demos determinado a priori
por su posición en el sistema democrático y si entendemos que la sociedad está
regida por una pluralidad de lógicas de acción, entonces nos veremos ante el
problema de que las luchas no convergen naturalmente o espontáneamente. Por lo
tanto, para hacer que estas demandas confluyan en una voluntad común se volverá
imprescindible establecer un sistema de equivalencias democráticas que respondan
a la presencia de un nuevo sentido común que transforme la identidad de los
diferentes grupos sociales componente del demos.
Para ello se requiere de la definición de un nuevo principio de equivalencia
democrática, en la medida en que la unidad de los grupos no puede depender ni
de la mera negociación, ni de la simple alianza de sectores o clases sociales,
sino de un proceso de modificación de la identidad del demos.
La participación ciudadana profundiza la democracia porque
permite abrir los espacios de decisión a un demos
más amplio de la sociedad. La participación ciudadana contribuye a la
democratización política y a la reducción de las brechas sociales que
fragmentan el demos.
Frente a quienes miran con desconfianza las nuevas formas
políticas que nacen de la irrupción histórica de un demos populista en el escenario público, Laclau ve en este
movimiento el mejor impulso de transformación de las estructuras sociales y
políticas en un sentido emancipador, de una democratización efectiva que tenga
en la mejora de las condiciones de vida de las mayorías sociales como su
mejor expresión y su mejor garantía.
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