La controversia entre el utilitarismo y el liberalismo deontológico

La controversia entre el utilitarismo y el liberalismo deontológico

arodriguez@eireneargentina.com.ar

Crítica de Rawls

Rawls principia afirmando, que se puede advertir a simple vista, que la concepción racional de la sociedad más justa es percibir utilitariamente la concepción de la justicia por la cual dicha sociedad se rige. Al igual que el bienestar de una persona se alcanza a partir de la agregación de sus propias satisfacciones y experiencias durante el transcurso de su vida, mismamente el bienestar de la sociedad se erige a partir de la realización del sistema de deseos de los individuos que de ella forman parte. De la misma forma como cada individuo desea para sí obtener como sea posible su propio bienestar, el principio que preside una sociedad utilitarista es el de conseguir el mayor bienestar posible del grupo, tomado como conjunto, lo cual se logra cuando sus miembros puedan cumplir con sus deseos. Este ejemplo de sociedad, está nivelada o bien ordenada cuando sus instituciones maximizan el balance neto de satisfacción. Esto expresa que, a partir del principio de elección de un individuo, se dilucida luego el principio de elección que rige para una asociación de hombres. De esta manera, la justicia social es el principio de prudencia racional aplicado a una concepción colectiva de bienestar grupal.
Rawls considera más sintéticamente la relación existente entre el utilitarismo y las teorías éticas teleológicas. El utilitarismo disfruta de gran seducción, porque participa de un atrayente intuitivo que poseen todas las teorías teleológicas, pues admiten la idea de racionalidad, siendo natural especular que es racional maximizar algo y que en materia moral esto debe ser la maximización del bien. Supone muy sugestivo suponer la autoevidencia de que las cosas debieran jerarquizarse de manera tal que conduzcan al mayor bien posible. Lo fáctico de que las teorías teleológicas precisen al bien de manera autónoma de lo correcto, significa dos cosas: primero que la teoría toma en cuenta nuestros juicios de valor, especificadas a qué cosas consideramos como buenas, como una especie diferente de juicios que pueden ser diferenciados intuitivamente mediante el sentido común, planteando luego como hipótesis que lo correcto es maximizar lo bueno tal como antes ha sido definido. Segundo, la teoría tiene la capacidad de juzgar la bondad de las cosas sin referencia alguna sobre qué es lo correcto. Las teorías teleológicas difieren entre sí, según sus respectivas declaraciones acerca de lo que es estimado como bueno, y para ilustrar esto alude cómo ha sido abrazada, según las diferentes culturas, la idea acerca de la realización de la excelencia humana, como por ejemplo la del tipo perfeccionista, representada por Aristóteles y Nietzsche… o el hedonismo, según la cual el máximo bien es el placer o el eudemonismo, que defienden la postura de que el sumo bien radica en la felicidad. Rawls expresa cómo, al optar en una teoría el criterio del placer como único bien, éste puede ser jerarquizado como un valor, según una pauta que no presupone ningún estándar sobre lo que es correcto o lo que normalmente creeríamos que es correcto. A esta clase de procedimientos en ética se opone la teoría de distribución de bienes, cuando además se considera como un bien, quizás de un orden superior y nos lleva a producir el mayor bien, entonces no tenemos ya más una concepción teleológica en su sentido clásico. El argumento de la distribución estriba, entonces, del concepto de lo correcto, tal como éste es intuitivamente comprendido, por lo cual esta teoría carece de una definición independiente de los bueno.
Rawls alega que ha de interpretar el principio de utilidad clásicamente, precisando lo bueno como la satisfacción del deseo o preferible como la satisfacción del deseo racional. Las medidas que han de maniobrar la cooperación social son puestas por cualquier individuo que en tales circunstancias pueda lograr la mayor suma de satisfacción de los deseos racionales de los individuos.
El patrocinar para la sociedad el principio de elección racional individual es el modo natural de llegar al utilitarismo y si se enfoca este obrar, entonces consigue comprenderse la idea del espectador imparcial y el énfasis que históricamente ha puesto en la simpatía, como guía de nuestra imaginación. A través de estos artilugios el utilitarista explica cómo un principio válido para un hombre es extendido luego a la sociedad toda. Tal espectador es quien organiza los deseos de todos en un sistema coherente. Para ello, este espectador es alguien que, dotado de poderes ideales de simpatía e imaginación, es un individuo perfectamente racional que se identifica con los otros y experimenta sus deseos como si fueran propios. De esta manera el espectador imparcial determina la fuerza y el peso adecuados de tales deseos, en un sistema único de deseos cuyo contentamiento intentará maximizar el legislador ideal, adaptando las reglas del sistema social. Éste legislador ideal opera como si fuera un empresario que resuelve de qué condición ha de maximizar su beneficio, elaborando una mercancía o cómo un consumidor resolviendo cómo ha de maximizar su satisfacción entre diferentes bienes. En cualquiera de estos casos se trata de una sola persona que debe tomar la decisión  acerca de los deseos que habrán de determinar la mejor asignación de medios limitados. La determinación correcta sobre dicha concesión remata siendo una cuestión administrativa, restringida por la eficiencia. Esta perspectiva de cooperación social es el resultado de ampliar a la sociedad el principio de elección hecho por un único hombre y por lo tanto hacer activar esta extensión fusionando a todas las personas en una persona única, a través de actos imaginativos del simpático espectador imparcial. El utilitarismo, pues, no considera seriamente la distinción entre personas.
A partir de su aceptación crítica del utilitarismo, Rawls construye los aspectos fundamentales de su teoría de justicia:
La prioridad de la libertad sobre otros bienes o valores
El abrazo al contractualismo como origen de los principios de justica, intentando Rawls soslayar la extensión a la sociedad entera de la elección racional particular de un solo hombre.
La negación de toda fisonomía teleológica en su teoría, eligiendo  como antípoda, una concepción de tipo deontológico, cuyo porte fundamental es que estas teorías éticas se puntualizan como no teleológicas, permitiendo prevalecer lo correcto por sobre la idea del bien que cada uno pueda mantener y así abrazar la teoría deontológica de la justicia. Esta prioridad de lo correcto sobre lo bueno en la justicia como imparcialidad, se convierte en el rasgo fundamental de esta concepción.

Crítica de Nozick

Imaginemos, nos invita Nozik, que los últimos adelantos en neuropsicología han conformado crear una máquina a la que el ser humano se puede conectar. Al conectarse, esta máquina tiene la capacidad de hacer revivir al individuo sólo aquellas experiencias positivas, felices o placenteras de su vida, eliminando tanto el contenido irrelevante, como el negativo o doloroso. La persona, una vez conectada, no sabría diferenciar la realidad de esa nueva realidad análoga de hedonismo puro.
Considerando pues, que ambas vivencias serían, a nuestro parecer, semejantes, Nozick argumenta si el ser humano escogería vivir su vida con todas sus penalidades, o se conectaría a la máquina de la vida feliz. La conclusión del filósofo es que la gente, en su mayoría, no claudicaría al bienestar y la felicidad de la vida simulada.
Todo el interés del ser humano, argumenta Nozik, se concentra en probar el mayor placer o la mayor felicidad posible. Si experimentamos más placer/felicidad al hacer algo en lugar de no hacerlo, entonces, debemos hacer ese algo. Si nos ligamos a una máquina de experiencias de placer/felicidad, sentiremos más placer/felicidad que si no nos acoplamos. Si lo que más nos interesa es experimentar el mayor placer y la mayor felicidad posible, entonces debemos conectarnos a la máquina de la felicidad.
Sin embargo, el autor agrega que no deberíamos conectarnos a la máquina de experiencias/felicidad y el probar todo el placer y toda la felicidad posible no es todo lo que nos interesa.
Nozick se pregunta cuáles son las razones por las que uno no debería conectarse. No sólo nos encanta experimentar algo, también ambicionamos hacerlo posible, crear las condiciones. Apetecemos ser de una determinada manera, somos nuestro propio proyecto de vida. Una máquina nos coarta a una realidad producida por el hombre.
Lo importante en este experimento no es precisamente la máquina sino el preguntarse qué es lo que queremos en nuestras vidas. La felicidad es el mayor bien del ser humano, pero ser feliz demanda de otras muchas cosas, cosas que a veces pueden ser dolorosas o negativas para nosotros mismos. Las personas aspiramos a controlar nuestras acciones, de nuestros errores y de nuestros éxitos. La idea de Nozick subraya el valor intrínseco que tiene la vida y la realidad para nosotros.

Fuentes

Rawls, J., Teoría de la justicia, México, FCE, 1995, §5 y §6.

Nozick, R., Anarquía, Estado y utopía, Bs. As., FCE, 1988, pp. 53-56.

Comentarios

Entradas populares